La vaca infanta - La Provincia

2022-10-08 03:59:09 By : Ms. Alisa Xiong

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Síguenos en redes sociales:

Feria de Ganado de Teror Juan Carlos Castro

Noticia guardada en tu perfil

Medio centenar de ganaderos de Gran Canaria ofreció ayer un auténtico espectáculo en la no menos lucida área recreativa de Los Granadillos, en la cancela de la finca de Osorio, en unos momentos en el que guardar animales en este punto de inflación resulta un entretenimiento casi casi aristocrático.

El veterinario Alejandro Benito Rodríguez Rivero pasa revista a las cabezas de ganado escrudriñando de cada ejemplar rodaduras, cojinetes, pistones y salidas de escape. Los mira con detenimiento, sin prisas, frunce un ceño, levanta una ceja, agacha la cabeza para observar el estado de los bajos, alonga por encima para detallar el capó, y luego apunta en una libreta la ficha técnica correspondiente. Alejandro Benito es juez del concurso y afina en el procedimiento para evitar potenciales amulamientos por tongos y similares. Y es un gusto verlo tanto trabajando, como alegando.

Se le pregunta a Alejandro Benito Rodríguez por cuál ha sido el efecto pre, pan y postpandémico para el conjunto de la cosa ganadera. Y lo que suelta es corroborar que los animales están tan cumplidos de salud y de presencia, tan recios, lustrosos y potentes como lo está el propio sector: en estado cochafisco. Con los precios de la luz orbitando a estas alturas del año entre Neptuno y Urano, y con los insumos a costo de fula de profundidad, el que actualmente exhibe animales de estos portes son gente de lujo, y de hecho, Rodríguez sentencia que ahora mismo «parecemos aristocráticos».

Y las vacas también. Ser vaca es el equivalente, como poco, a infanta, en la tercera línea de sucesión de cualquier regente, pero el caso es que esta tradición de mantener un ganado de la tierra que forma parte del patrimonio cultural y la idiosincracia isleña solo perdura porque «se sostiene sobre las costillas de los pobres», según apuntala el veterinario muy serio y sin jarana de por medio.

La de ayer fue la Feria de Ganado del Pino, la madre de todas las ferias, con medio centenar de ganaderos y 400 ejemplares que, por primer vez se exhibieron en el área recreativa de Los Granadillos.

Los Granadillos viene a ser una suerte de zaguán de la laurisilva de Osorio pero con barbacoas y trampolines al soco del laurel, el barbuzano, el palo blanco y el mocán. Todo ello en distintos niveles, con su requiebros, llanos y caminos. En esa postal funcionaba ayer una trilla de bueyes girando en redondo sobre una era paseando a los niños; también un burro con sombrero haciendo lo propio con galletones y galletonas; un cristiano exhibiendo el siempre espectacular salto del pastor a alturas de seis o más metros; un viaje de cinco carneros mirándose de reojo por si las moscas; y de fondo, una trasquilada por allí y una exhibición de arado romano por allá, todo con música ambiente a cargo de la Parranda del Álamo.

El resultado del conjunto era similar al de los portales de Belén que vienen con mecanismos, idéntico pero en escala 1:1, con solajera y con un despliegue de figuritas difícilmente repetible porque, aparte de unos pastores que son de verdad, habría que sumar 150 toros y vacas, otros cien machos y cabras y medio centenar de caballos, yeguas, burros y burras. A eso se añaden los asombrosos pájaros de la asociación ornitológica Villa de Teror E l Norwich, un asunto del que la localidad es potencia mundial con galardones internacionales obtenido por criadores como Francisco Sánchez, Sergio Hernández, María Dolores Henríquez, José Falcón, Juan Ramírez o José Ortega.

De todo este abigarrado animalario, cuatro vacas y tres becerros son del joven Gregorio Bordón, de 29 años y con partida de nacimiento en Agüimes. Dice que las tiene de hobby, y porque su padre, su abuelo, y de ahí a rente hacia atrás, siempre tuvieron bestias. Aparte del hobby, también las tiene por leche, «cuando están dando», pero se trata de una afición en la que se amanece día sí, y día también a las seis de la mañana, «para luego ir a trabajar».

Asegura que sí, que tiene un futuro la ganadería, «pero a peor», por todo lo dicho, y porque para llevar los animales a su lucimiento hay que pagar gasoil, cuando no roturas en la camioneta, «y aunque te den premios, generalmente luego pasan meses para cobrarlos». Lo que cual implica que para seguir yendo a ferias y mantener la gallanía viva hay que entrar en una especie de trance, «o ser un ignorante».

Esto último es lo que apunta Vicente Suárez, nacido en Valleseco, propietario de cuatro novillas y un becerro frisón. Suárez recuerda cuando desde Valleseco iba a herrar a Juncalillo, «dos horas y media» por escondidos veredos para alcanzar de un punto a otro, o de cuando tener animales era propio de sostén y alimento, pero ahora resulta «que todo es un engaño», por que no cuadran las cuentas.

- Pero entonces, ¿por qué sigue, Vicente?

- Amigo, porque en estado de boda, costales de flores.

Noticia guardada en tu perfil

Noticia guardada en tu perfil

Noticia guardada en tu perfil

Noticia guardada en tu perfil

© Editorial Prensa Canaria, S.A. Todos los derechos reservados