Una cifra que comparten los expertos, el anterior y el actual gobierno, es que el déficit del fondo de estabilización de los precios del combustible asciende a los 40 billones de pesos.

La diferencia es que, para el gobierno anterior, ya parte de la obligación, es decir, 14,2 billones de pesos, se pagó, y se dejó presupuestado el monto de 28,5 billones para pagar lo restante. Por el contrario, el gobierno de Petro, desconociendo lo manifestado por el exministro de Hacienda, Restrepo, indicó que el aumento del déficit sería del orden del 8 %, por lo que se veía la necesidad de aumentar el precio del combustible para garantizar el pago del fondo durante la vigencia 2023.

El pasado primero de octubre, el combustible subió $200 y seguirá aumentando mensualmente hasta lograr pagar este déficit, lo que llevaría a que el galón de gasolina valga alrededor de $17.000 “salvo que el recaudo tributario tenga ingresos adicionales a lo presupuestado”, según manifestó el ministro de Hacienda actual, José Antonio Ocampo. Si pasa esto, el aumento del costo de vida es lógico e inevitable, mientras que, paradójica y adicionalmente, lo que se debe evitar es seguir subsidiando la gasolina de esa manera.

El aumento de la gasolina para cubrir el déficit es una decisión tomada; los colombianos la debemos acatar, así la mayoría no estemos de acuerdo, ya que el Gobierno no encontró otro camino. Esa es la fórmula que avaló esta administración y no habrá otra salvo que, por medio de incrementos tributarios, se hagan ajustes para evitar que el aumento del costo de la gasolina sea la manera para cubrir el déficit del fondo.

Además de injusto e inequitativo, gravar a todos los colombianos contribuyentes, tenga o no tenga vehículo que utilice combustibles, es una imposición indebida e inadaptable a la realidad económica y social colombiana, donde este hecho repercutiría directamente en el bolsillo de cada persona, impactando la canasta familiar y, por supuesto, la inflación.

Me permito exponer una idea que tengo y me atrevo a proponerla en esta columna de opinión, la cual puede ser una alternativa para pagar la deuda o el déficit del fondo, y no tocaría el precio del combustible con los prejuicios que ya todos sabemos le está ocasionando y va a afectar nuestra economía, que sumado al déficit fiscal de una pandemia que pagaremos por muchos años, todos, sin excepción, sería una bomba de tiempo para todos los colombianos en materia económica.

La propuesta es la siguiente y tiene que ver con un gravamen adicional con destinación específica en el impuesto de rodamiento. En Colombia ruedan 17 millones de vehículos que están debidamente matriculados en nuestro territorio, de los cuales más de seis millones son vehículos entre automóviles, buses, camiones y el restante se encuentran en la categoría de motocicletas.

Todos los vehículos están obligados a pagar impuesto de rodamiento y solo están exentos de este pago, según el artículo 62 del Decreto 352 del 2002, “las bicicletas, motos y motocicletas que tengan motor hasta 125 cc, y los tractores, las trilladoras y maquinaria agrícola”.

Esta obligación de pago de impuesto de rodamiento se paga anualmente por los propietarios de los vehículos de acuerdo con una tabla de avalúo comercial establecida y expedida por el Ministerio de Transporte, con base en tres criterios: 1) La clase de vehículo, 2) Características del vehículo y 3) La tarifa que se da por el valor del vehículo.

Como ven, es un impuesto directo, equitativo y justo, que oscila entre el 1,5 % y el 3,5 % del avalúo del vehículo, donde, proporcionalmente, se estima la tarifa y se hace el cobro respectivo de manera anual, con muy pocas excepciones.

La propuesta sería puntualmente que se aumente un porcentaje adicional que podría ser del 1 % o el que defina el Gobierno para cada uno de los rangos de los valores de los vehículos en el impuesto de rodamiento, y el dinero que se recoja del aumento del impuesto tenga como destinación específica el pago del déficit del fondo de estabilización de combustibles.

Esto llevaría a que solo los que somos propietarios de vehículos paguemos esa deuda y estoy seguro que con estas decisiones, al no tener que aumentar el precio del galón de la gasolina para pagar la deuda, no afectaríamos directamente el bolsillo de los colombianos, especialmente el de los más pobres, que son los más perjudicados por el aumento de la canasta básica familiar y son los que, mayoritariamente, utilizan el transporte público diariamente.

El recaudo de impuesto de rodamiento es responsabilidad de los departamentos donde está matriculado cada vehículo y le corresponde el 80 % de ese recaudo. Lo restante le corresponde directamente al municipio donde está matriculado.

Este recaudo, para poner un ejemplo, en Bogotá, es de $780 mil millones anuales. Si hiciéramos el cálculo en el que los 2,2 millones de vehículos que están matriculados allá (según información dada a SEMANA por la Alcaldía de la capital colombiana) pagaran un porcentaje adicional transitoriamente, estaríamos hablando de ingresos millonarios que convendrían a todo el país. En esta idea hemos venido trabajado con el senador Miguel Uribe Turbay y el representante a la Cámara Hernán Cadavid Márquez para que sea analizada en la actual Reforma Tributaria o en el Plan Nacional de Desarrollo.

Este nuevo impuesto con destinación específica se cobraría en la misma fecha que se pague el actual impuesto de rodamiento e iría a una cuenta especial del Gobierno nacional. Tributo, como ya lo dije, con destinación exclusiva al tesoro nacional para garantizar que llegue directamente a la cuenta del fondo de estabilización de los precios de los combustibles, para pagar el déficit del mismo o como garantía de un crédito puente que se pueda utilizar para pagarlo

Sé que propuestas como estas generarán polémica inmediata para muchas personas, pero considero que es responsabilidad no solo del Gobierno nacional buscar alternativas que vayan encaminadas a beneficiar a la mayoría de las personas, anteponiendo el interés general sobre el particular, y es por esto que me atreví a utilizar esta columna para hacerlo.

La responsabilidad de un columnista no es estar criticando siempre, sino buscar alternativas para tener un país mejor.

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